Ha terminado la V edición de Getafe Negro que ha tenido lugar del 20 al 28 de octubre de 2012. El país invitado ha sido Chequia. Este año sólo he podido asistir a tres actos que os cuento a continuación.
Aquí os dejo el enlace a la programación completa.
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El jueves 25, a las 19 horas, en la Carpa de la Feria del libro de Getafe, Lorenzo Silva presentó a
Susana Hernández y
David Barreiro. Hace dos años compartieron escenario presentando "Curvas peligrosas" y "Barriga" y hoy nos traen sus nuevas novelas.
David presentó la novela de Susana, "Contra las cuerdas". Una novela negra ambientada en Barcelona que bebe de los clásicos. Las protagonistas investigan los asesinatos en serie de mujeres violadas y asfixiadas. Los diálogos son brillantes y también la estructura de la trama, la investigación, que la autora muestra con precisión y sutileza, dosificando la información. Las protagonistas realizaban un trabajo más deductivo que de procedimiento.
Susana presentó "Perros de presa" como un soplo de aire fresco, escrito de un modo muy ágil con diálogos frescos y creíbles, cinematográficos. Con pocas palabras cuenta muchas cosas y utiliza un humor cotidiano con el que es fácil identificarse. No es exactamente una novela negra aunque haya un asesinato.
Sobre su propia novela la autora nos explicó cómo trabajaba la trama y que al no convencerla el final, creía que faltaba suspense, tuvo que reconstruir toda la novela. También explicó que una serie le permite mostrar y descubrir como evolucionan los personajes. En su segunda novela ha pasado año y medio. Rebeca toma más fuerza como protagonista, Malena gana en profundidad.
David reconoció que su objetivo es congelar la sonrisa del lector. Su investigación es más torpe porque el protagonista no es policía sino un hombre normal que se pone a investigar. Es el vigilante de seguridad de un centro comercial casi desierto, un pusilánime que siempre llega tarde. Utiliza personajes saltimbanquis que pasan de una novela a otra, como un periodista con su mismo nombre que nació en otra novela y colabora con la investigación.
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A las 20 horas, en la Fábrica de Harinas de Getafe,
Antonio Lozano dialogó con Eduardo Mendoza en una tarde dedicada al humor negro.
Antonio Lozano presentó a Eduardo Mendoza como ese hombre serio y atildado que nos ha hecho reir una barbaridad. Destacó el mérito de esta labor, es mucho más fácil hacer llorar. Su humor es inteligente, utiliza el sarcasmo, la farsa, el vodevil, el delirio... En sus libros se unen dos corrientes: la de la literatura policíaca como amplificadora de la realidad social y la literatura humorística que mira la realidad con distanciamiento y humor negro para comprenderla mejor.
Como en otras ocasiones, realizó un papel brillante como entrevistador conduciendo a Eduardo Mendoza a través de sus preguntas:
A.L. ¿Te sientes sólo haciendo este tipo de literatura?
E. M. No lo he pensado mucho, mi primera novela, inédita, fue una novela de humor, que las editoriales rechazaron, quizás por ser torpe, más tarde la reencontré y destruí. Luego hice algo distinto: "La verdad sobre el caso Savolta", que tenía elementos de humor pero no era una novela humorística. Con "El misterio de la cripta embrujada" la crítica se sorprendió ¿qué le ha pasado a este escritor serio? Pero yo en realidad volvía a mis orígenes. Y he seguido alternando mi obra seria con mi obra humorística. En las novelas de humor me reencuentro con mi público pero quizás los críticos piensan que sólo tendría que hacer cosas más serias a mi edad. En España hay una gran tradición humorística, la picaresca, Cervantes, Quevedo, Lope de Vega... Calderón de la Barca escribió "La vida es sueño" pero también "La dama boba". Hay un momento en la historia de la literatura española en que se pierde esta tradición...
A.L. Has publicado recientemente "El enredo de la bolsa y la vida", la cuarta entrega de la serie protagonizada por un maleante de medio pelo reconvertido en peluquero, bebedor de pepsi-cola en vez de whisky... ¿es así tu mirada sobre la vida o eres un hombre serio en tu vida cotidiana?
E.M. No he hecho una comprobación empírica. No soy muy gracioso y eso me perjudica en algunas ocasiones. La realidad me divierte. No me pierdo las campañas electorales o las ruedas de prensa después de los partidos de fútbol, que muchas veces duran más que los propios encuentros. Me parecen chuscos. También los cocineros que disertan sobre el valor del apio. Me divierte la retórica, quizás porque nací en la época franquista. Con los discursos de Franco, todo era retórica y o nos amargábamos o nos divertíamos. Un actor que era una persona muy buena, siempre hacía papeles de malo, quizás porque el mal sólo se puede entender siendo bueno. Por el mismo motivo las personas que hacemos cosas con humor somos serias.
A.L. Los maristas, tu vida como periodista, como traductor, el franquismo ¿qué te ha condicionado más?
E.M. Es difícil saberlo. Yo fui hijo único durante muchos años y estaba muy sólo en el colegio. Era todo muy poco estimulante, aprender de memoria, los golpes... luego llegaba a casa y no me hacían caso. No había televisión ni por supuesto Internet. Encendía la radio y leía Pulgarcito, DDT, TBO... Sus personajes era muy importantes para mi, eran mis auténticos compañeros: El loco Carioco, Doña Urraca, la familia Cebolleta... eran los que calentaban una habitación muy fría. No me han abandonado nunca. Cuando escribo me acompañan Dostoyevski y Flaubert pero también esos personajes. Cuando estaba con gripe o anginas leía novelas de Agatha Christie. Se dice de Julio Cortazar que es un escritor con grandes ideas pero no es un buen narrador. De Christie podríamos decir lo contrario, era una pésima escritora pero una gran narradora. Adoro la novela de misterio aunque no sé escribirla, por eso hago parodia. Esas novelas inglesas donde aparecían vicarías (que no sabíamos que eran), los trenes y sus horarios... luego llegó la novela negra de bajos fondos, como una variante de la novela social, con tiros. En la novela de misterio el asesino no tiene más motivación que hacer que el Poirot de turno le descubra. En la novela negra hay corrupción, motivos. Comencé escribiendo novela negra porque reunía la aventura, el realismo, la denuncia de una sociedad perversa y corrupta. Mis novelas serias y de risa tienen un componente de misterio e intriga, de rebuscar en los cajones para sacar verdades incómodas.
A.L. Se decía que Vázquez Montalbán escribía las obras serias y tu las de risa.
E.M. Decían que nos habíamos repartido Barcelona, yo la de abajo y él la de arriba. Cuando se murió me quedé sólo y tuve que hacer todos los papeles...
A.L. El detective loco, ¿surge como una necesidad de descanso?
E.M. "La verdad sobre el caso Savolta" tuvo éxito de público y crítica. Se publicó en una transición que no era sólo política, también era social, todo cambiaba, incluso la moda. No sabía que hacer para no defraudar a la gente, después de darle vueltas se me ocurrió salir por peteneras mezclando el humor y el misterio. Estaba leyendo a Ross MacDonald, después de haber leído a Chandler y Hammett. Es su auténtico heredero. Todas sus novelas eran iguales, el asesino siempre era la madre, (risas), pero lo hacía muy bien. El 20% era trama y el 70% atmósfera. Trasladó el escenario de los bajos fondos neoyorkinos a la California playera y ahí nosotros teníamos referentes: Benidorm, la Costa Dorada... Escribí "El misterio de la cripta embrujada" muy deprisa, al terminar me dí cuenta de que el detective no tenía nombre y así se quedó. Me ha costado muchas regañinas, sobre todo de académicos que escriben tesis y artículos.
A.L. El hombre delgado, el agente de la Continental tampoco tienen nombre... John Banville nos explicó
el año pasado que le es más fácil escribir como Benjamin Black cuando escribe novela negra. ¿Te brotan las novelas del detective loco con más facilidad?
E.M. Sí, las de humor me cuestan menos. Ser económico, no repetir, es mejor que se pierda algo, cuando explicas mucho las cosas las estropeas, como la gente que te cuenta un chiste y luego te lo explica. Si no escribiera las otras no escribiría estas, son en cierto modo como salir de copas.
A.L. Haces reir al lector pero la sátira te permite hacer crítica social y política.
E.M. No se puede separar, el humor tiene como base hechos serios, sino no tendría gracia. El humor que consiste en tirar una tarta de nata tiene sus límites, es muy visual. El humor es autoreferencial, uno se burla de uno mismo, el lector se reconoce y se identifica. Mis novelas de humor son muy coyunturales por eso corren el riesgo de envejecer. La primera era una versión disparatada pero reconocible de la transición, donde todo cambia, las relaciones son otras... en la última, el protagonista, más viejo y cansado, vuelve a no entender lo que está pasando y se cuenta la realidad a su modo.
A.L. Es una radiografía actual, una célula terrorista intenta matar a Merkel y el loco contrata a una cuadrilla que representa a la gente que lo está pasando mal.
E.M. Contrata a una serie de personajes inofensivos o poco ofensivos como carteristas, estatuas humanas o músicos. Las estatuas me dan mucha rabia pero me parecieron un ayudante estupendo para un detective. Se pueden tirar días en un sitio sin llamar la atención. Los músicos tocan el acordeón y la gente les paga para que dejen de tocar... Se me ocurrió porque uno tocaba la trompeta debajo de mi ventana y yo no sabía si era mejor darle dinero para que se fuera o si eso provocaría que volviera todos los días.
A.L. Los bazares chinos parecen ser algo que te fascina.
E.M. Sí, que un país como China, que no es rico, que no tiene recursos naturales, haya conquistado el mundo comerciando con porquerías, me llama mucho la atención. Su éxito se basa en que muchas personas se creen más listas que los demás y piensan que pueden comprar por 1 euro lo que otros compran por 10. Pero las bombillas ni se funden, no funcionan, los bolígrafos no escriben... Por muy poco dinero se compran un montón de cosas que no se necesitan. La gente piensa que ha hecho un gran negocio. En el barrio donde vivo han cerrado muchas tiendas, sólo sobreviven las de moda fea. Como todos los maridos acompaño a mi mujer de compras, lo único que deseo es encontrar al menos un lugar para sentarme... La moda consiste en que un diseñador concibe ropa para una modelo espectacular, las mujeres compran la ropa, se miran en el espejo y ven a esa mujer, no a sí mismas. Si funcionara de otra manera todos iríamos en chandal. Cuando vivía en Nueva York un amigo negro me contaba que su abuela le decía que no jugara con niños negros. Él le hacía caso, no se vió a sí mismo como negro hasta mucho tiempo después. También me llaman la atención los negocios de masajes donde te ponen piedras en la espalda, huele a aromas pestilentes y hay una figura de Buda... ¿Por qué? Qué pasaría si alguien viene a mi casa y le meto en la bañera adornada con una Pilarica... Al lado de mi casa había un negocio de ese tipo: "El jardín de la perfecta armonía" con el letrero de "Se traspasa". Daba risa.
A.L. España siempre había sido un país de pícaros y nos habíamos olvidado. Billy Wilder decía que en épocas dramáticas hay que hacer humor y en épocas fáciles drama ¿hay que volver al humor?
E.M. En épocas estables podemos preocuparnos por temas metafísicos. Billy Wilder siempre hacía esperpento, ese término me parece muy definitorio. Yo no escribo para que los lectores sepan cómo tienen que ir por el mundo, si no para entenderlo.
A.L. ¿Es tu última novela un remake de "El largo adiós"?
E.M. Es el libro que me hubiera gustado escribir, por la intriga, las aventuras, por ser tierno y romántico. Utilizo la anécdota de partida de "El largo adiós" donde un hombre sin principios hace un acto de entrega por una persona que no se lo merece.
A.L. Alguna vez has dicho que no se te da bien titular tus novelas, pero parece que disfrutas mucho poniendo los nombres a los personajes.
E.M. Disfruto y es una necesidad porque el narrador no tiene nombre. No hago grandes descripciones porque no creo que nadie realmente se imagine lo que está leyendo. Mis imágenes no son visuales pero al dar el nombre a los personajes les describo. Si a alguien le llamo Raskornikoff ya sabemos todos que acabará matando a una vieja. Los personajes de mi última novela se reunían en un bar y hasta que no le puse nombre no puede continuar la trama.
A.L. Se vende perro.
E.M. Con el título sucede al revés, siempre viene al final. Cuando escribo no se lo que va a pasar y no puedo titular. Sólo en "Sin noticias de Gurb" sabía el título al comenzar. Cuando voy a una librería y veo las portadas todos los títulos me parecen muy buenos, pero ya están cogidos... recurro a mis editores y hemos pasado momentos realmente difíciles.
A.L. "El asombroso viaje de Pomponio Flato" fue una reacción a la moda de los imitadores de Dan Brown al que calificaste como una mezcla de religión, misticismo y Carla Bruni.
E.M. Me da rabia que a veces triunfen libros tan malos. Si a alguien le interesaba podría descubrir claves mías muy personales que sólo conocen los más cercanos. Lo importante de un libro es que no se vea que está escrito, por eso debe estar lleno de la vida del autor.
A.L. ¿En otros países se ríen tanto como nosotros de tus libros?
E.M. Ya me sorprende que se rían aquí y fuera ¿qué entenderán? Soy un poco desagradecido e injusto, cualquier lector pone mucho de su parte. Me encantan los western, me siento más de O.K. Corral que de Barcelona... Y el otro día me di cuenta de que no entendía realmente de que iba aquello, el contexto, la diligencia... en esos pueblos nadie trabaja, están todo el día en el bar.
Se abre el turno de preguntas, tras un breve silencio donde Mendonza comenta "les he planchao" interviene Miguel Angel de Toledo que pregunta: ¿Quién es Quesito? ¿de dónde sale el personaje? ¿es un familiar?
E.M. No, pero la pregunta tiene miga. Nadie inventa nada de la nada. El Pollo Morgan es una estatua pero también un amigo mío que participa en la broma. Quesito es una mezcla de varias personas, no digo cuales porque la autopsia haría que perdiera el encanto. No hay cosa más desconcertante para un lector que encontrar en una novela hechos y personajes reales. Esto descoloca, uno solo se cree las cosas cuando sabe que son mentira.
Javier: Me he leído todos sus libros, me sorprendió mucho cómo en "Riña de gatos" describe a José Antonio Primo de Rivera. Le veía, me lo imaginaba ¿cómo ha elaborado el personaje?
E.M. Es un personaje con presencia en mi vida, me interesa su historia, hace años estudié su figura, leí sus discursos, algunas biografías. De ello surgió una conclusión sobre como era, sobre la poca consistencia de su doctrina, sobre su enorme frivolidad. Hitler o Goebbels enviaron a la muerte a millones de personas. Cuando uno escucha los discursos de estas personas supuestamente superiores en la película de Leni Riefenstahl "El triunfo de la voluntad", uno es gordo, otro es cojo, otro tiene los dientes para afuera. Son payasos, unos desgraciados, me fascina, me produce escándalo, horror y risa, aunque no me divierte. José Antonio es más de casa, un jugador de segunda división...
Otra persona del público: me sorprende que escribas sin conocer el final, eso te diferencia de otros escritores...
E.M. Es mi manera, hay escritores para todos los gustos. Unos hacen esquemas, yo escribo sobre la marcha, con una idea general. Para escribir novelas de misterio esto es fatal, aunque en mis novelas no importa tanto. En "Riña de gatos" sí sabía por donde podían ir o no las cosas.
Otra persona: ¿Le fascina el nacionalismo catalán?
E.M. Sí, por supuesto, me fascina, es un mecanismo que existe. Si me pregunta por el referéndum eso es otra cuestión. El nacionalismo es un hecho, no una estrategia.
Finaliza el encuentro Antonio Lozano preguntando ¿qué hace destornillarse de risa a Eduardo Mendoza?
E.M. El humor anglosajón. Algunas sitcom americanas como Cheers, la veía durante la convalecencia de una operación y casi se me saltan los puntos. Fui también un seguidor apasionado de Frasier. Los guiones de Friends eran encaje de bolillos. Los monologuistas americanos. En España existía esa tradición con Gila pero era de otro tipo. Los Monty Python eran geniales.
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El viernes 26, a las 20 horas, en la Fábrica de Harinas de Getafe,
Manuel Calderón moderó la mesa redonda
Las dictaduras dejan cicatrices: España y Chequia. Estaba prevista la asistencia de Jorge M. Reverte pero se ausentó. Lorenzo Silva ocupó su lugar dialogando con Pavel Kohout sobre las similitudes y diferencias de ambos países bajo sus respectivas dictaduras.
Dado que la temática no tuvo que ver con la novela policíaca resumo brevemente algunas ideas.
Pavel Kohout fue miembro del partido comunista del que más tarde sería crítico. Firmó la Carta 77 y eso provocó que le exiliaran a Austria. Escribió su primera novela con 18 años y la situó en Barcelona durante la Guerra Civil. Su obra más conocida en España es "La hora estelar de los asesinos", una novela que se desarrolla en II Guerra Mundial. En una Praga ocupada por los alemanes una serie de mujeres son asesinadas de un modo cruel.
Las dictaduras y la transición:
Kohout cree que las dictaduras de ambos países son completamente diferentes. Checoslovaquia fue invadida por Alemania ante la pasividad de Inglaterra y otros países, que todavía creían poder apaciguar a Hitler. Eso contribuyó en que al final de la Guerra Mundial el comunismo llegara al poder por las urnas. Cambiaron a Hitler por Stalin. Cuando algunos vieron lo que pasaba se suicidaron, otros siguieron adelante, autojustificándose, son los que permitieron los tanques en el 68. Fueron causantes y víctimas. El presidente actual cree que la dictadura fue vencida por la mayoría silenciosa. El autor no cree que el silencio cambiara nada. Sólo cuando los 15 millones de ciudadanos salieron a la calle y rodearon al ejército pudo terminar, se descompuso moralmente. Pero los intelectuales fallaron y justificaron lo injustificable. Y en el 77 fallaron de nuevo, la mayoría de los firmantes se retractó de la Carta 77, a los otros los exiliaron.
Silva reconoce que Franco murió en la cama. Mola diseñó un golpe de estado que aniquiló a los adversarios, la conciencia cívica y creó en los españoles pánico a oponerse al poder. El régimen cayó por si mismo, casi más por ser un anacronismo que porque hubiera un gran movimiento social dispuesto a cambiarlo, desde los años 40 no hubo lucha armada. La transición y sus soluciones fueron un parche coyuntural que se aceptó por todos como un mal menor, por los afines al régimen por la necesidad de hacer negocios, de abrir las fronteras y entrar el mercado común. La otra parte aceptó que no se juzgaran crímenes y situaciones que habían ocurrido durante la dictadura. Señala que aunque los cuerpos policíales fueron muy depurados tras el 23-F pero hay otros estamentos de la sociedad, como la judicatura, que todavía son tremendamente endogámicos. Tampoco se debe trivializar la importancia de la transición, hubo grandes políticos como Fraga, Carrillo, Suarez, Felipe González... con un carisma muy superior al de los actuales.
La Guerra Civil:
Cuando Pavel Kohout planificó su visita a España buscó un museo de la Guerra Civil, le extrañó que no existiera y piensa que puede significar cierta falta de madurez.
Manuel Calderón destaca que la mayoría de la literatura y el cine sobre la Guerra Civil se haya escrito desde el bando de los perdedores.
Silva explica que hay secciones sobre la Guerra Civil en algunos museos... Le extraña que pese a la Ley de Memoria Histórica siga habiendo calles en Madrid y Oviedo con el nombre del general Yagüe, uno de los protagonistas de la guerra y de la represión. Coincide con Calderón en que el relato de la Guerra Civil lo han hecho principalmente los perdedores, los ganadores hicieron propaganda y esta no perdura. O más bien los desengañados como Dionisio Ridruejo desde el bando nacional o Manuel Chaves Nogales desde el republicano. No entiende a la gente que responde con encono a la necesidad de otros de buscar las tumbas, hay que abrir las tumbas en todos los sentidos.