Presenta el acto Ofelia Grande, directora de la editorial Siruela. Sabe que tiene entre manos un libro que merece la pena. Elena García-Aranda fue la primera persona de la editorial que lo leyó y cuando iba por la mitad alertó a los demás porque sabía que tenían algo grande.
Domingo Villar comienza su intervención explicando que la novela policíaca tiene muchas lecturas. La gente llega a ella porque es fácil de leer pero es como una cebolla de la que se pueden ir levantando capas en función de los intereses y expectativas. Este libro deja huecos que permiten soñar. La parte fundamental está en sus personajes, que son brillantes. Vivimos a través de sus ojos. Ana es una periodista que se tiene que buscar la vida en un mundo en que para las mujeres está todo por hacer. Su padre fue un periodista maltratado y apartado de la profesión. Ella ambiciona ser como él pero también ser ella misma, quiere crecer. La otra protagonista es su prima Beatriz, lingüista, un personaje profundo con sus miedos y recelos. Ha vivido en Europa y se enfrenta a una España que no es la misma que conoció. Los hombres son ausencias. Hay grandes secundarios: porteros cotillas y otros que son héroes, prostitutas... Isidro Castro, que es gallego como yo, tiene una capa de hosquedad que esconde un hombre que no sólo vive para dar bofetadas.
No es una novela plana, en ella es fundamental la sorpresa. A veces los autores policíacos tenemos miedo de ser muy literarios, sabemos que lo que importa es la historia y no queremos poner palos en las ruedas. Uno de los recursos que utilizamos son los sueños y me gustaría leeros un fragmento del capítulo 14. La novela está formada por pequeños capítulos que se leen como caramelos y siempre queremos comer uno más.
Primero sólo hay una tapia desnuda. El tiempo y una hiedra que ya no existe la han desconchado en varios puntos. Los agujeros en el centro son de bala. También uno muy alto, de alguien que tal vez no quería matar más.
Ángel aparece por la derecha, como si entrara en un escenario, inseguro, con timidez. Mira al suelo irregular con miedo a caer. Está solo y lleva las manos a la espalda. Una voz le da instrucciones: "Más a la izquierda", "Más cerca del muro", "No tanto". Él obedece con la docilidad debida a los fotógrafos. "Así está bien", dice la voz. Ángel se detiene, separa un poco las piernas y levanta la cabeza. Mira al frente, no al pelotón sino a alguien que está detrás de los hombres que empuñan las armas. La mira a ella. Entonces entreabre los labios para decirle algo, pero los disparos salen antes que su voz. Después cierra los ojos y se queda de pie mientras la sangre empieza a brotarle de las heridas en el pecho. La camisa blanca se empapa por completo, pero Ángel no cae. Nunca cae.
Sentía curiosidad por el título. Al final he llegado a la conclusión de que refleja el amor a la lengua de ambas autoras.
En la obra hay un montón de guiños, sobre la ópera, sobre Paco González Ledesma…
Cuando te piden que presentes una novela la glosas y la alabas. A mi me gusta sumergirme en el libro, paladearlo. Cuando me dijeron que Rosa Ribas iba a ser una nueva autora de la casa, de mi casa, la sensación fue reconfortante. La conocí en Barcelona Negra, en una presentación en una biblioteca con otros autores. Desde entonces nos hemos escrito emails de vez en cuando. Conocía sus novelas de Cornelia y sabía que tenía mucho que decir y en Don de lenguas lo hace.
Escribir a cuatros manos debe ser difícil y ellas han hecho un ejercicio hermoso para aproximarse a esta época de achicoria y tullidos, a través de recuerdos compartidos. Muchos elementos rememoran un pasado no tan pretérito. La protagonista recorre un camino a lo largo del periodismo y la vida. Italo Calvino, autor publicado también en Siruela, escribe en "El vizconde demediado": La diversión es cosa seria, habla de la relación entre el autor y el lector, el tiempo que el autor "roba" al lector no va a volver y hay que hacer que merezca la pena y se divierta.
Rosa Ribas comienza agradeciendo a Domingo el halago y él bromea diciendo que ha halagado al libro, no a ella.
Me agrada que te haya emocionado el libro y que hables de nuestros personajes con cariño y los muestres tan vivos.
Siempre tengo dudas sobre lo que hago, aunque en este caso tengo el refrendo de la coautora. Siruela cuenta con Domingo y otros autores que me gustan tanto que me he sentido muy honrada de que la editorial decidiera publicar nuestro libro.
Domingo: Ana es amanuense, escribe y lee para los que no saben hacerlo. Yo sólo he visto este oficio en Marruecos.
Rosa: Yo trabajé durante un mes como amanuense, traducía cartas de personas que se habían conocido durante las vacaciones y no hablaban el mismo idioma, era testigo de las primeras cartas llenas de ilusión y del deterioro de la relación por la distancia que acababa terminando en ruptura. Es un recuerdo que tenía casi olvidado y ahora vuelve.
Como yo misma, Ana también escribe cartas de amor y lo hace a mano porque le parece que así debe hacerse. Y las retoca para hacerlas más bonitas.
Es importante que no se note el escenario, el lector debe de vivir con ellos, no debe haber explicaciones, la época se explica sola, haciendo que la gente sienta el hambre, sabiendo que era tan maravilloso tener unas medias que hasta las chicas se dibujan en las piernas la marca de la costura.
Cuando le preguntan por qué quiere ser periodista de sucesos, Ana dice que quiere ser periodista sin más. Pero su viaje le hace ser a Ana lo que no quiere ser.
Rosa: Ana no puede no ensuciarse. Tiene que aceptar los hechos o refugiarse en su mundo interior como Beatriz. Ana hace lo que hace falta hacer para formar parte del juego. Los personajes tienen dos caras, como Isidro Castro que es un hombre que no se cuestiona la violencia en el desempeño de su trabajo, pero a la vez es un padrazo.
Domingo: En vuestro libro se ve a dos escritoras como la copa de un pino. ¿Cómo es escribir a dos manos? A mi escribir me parece algo muy íntimo y me sorprende que este acto os haya unido.
Rosa: Lo que no mata engorda. Han sido tres años y medio de trabajo y seguimos siendo amigas. Ella vive a 100 km, quizás eso ayude. Es complicado, trabajoso, a veces supone renunciar al trabajo de uno mismo en favor de la otra persona. La novela se enriquece con aportaciones diferentes. Nos repartíamos los capítulos. Cada una tenía una constelación de personajes a los que daba voz. Aunque Sabine sabe español y yo alemán, ella escribía en su idioma y yo en el mío y luego nos traducíamos. Al traducir cambias de rol y ves lo que no funciona, eliminas lo superfluo.
Rosa: Como profesora de español como lengua extranjera soy muy sensible a lo que los otros oyen, termino siempre las frases porque si no mis alumnos se quedan esperando. Hablo un poco didácticamente. Sabine no ha vivido en España pero sí en Argentina. En la versión final de la novela cada una es responsable de su idioma. Le dimos el libro a una profesora y no pudo diferenciar qué parte habíamos escrito cada una.
Domingo: La versión en castellano es más tuya.
Rosa: Si no alcanzábamos un acuerdo cada una hacía lo que quería en su versión.
Comienza el turno de preguntas del público.
¿Cómo preparasteis la documentación?
Rosa: Fue muy placentera, consultamos hemerotecas, testimonios… aunque hay que evitar enamorarse de la documentación.
¿Cómo surgió la idea?
Rosa: Hace unos años escribimos un relato juntas y nos gustó la experiencia. También he traducido a cuatro manos y ese diálogo y esos pensamientos hacen que salga algo nuevo. También teníamos claro que si no funcionaba lo dejaríamos. No paramos, pero nos llevó más tiempo del que esperábamos.
¿Por qué esa época?
Rosa: Se ha tratado poco en la literatura, creemos que debe ser recuperada y se hará. Nos interesaban los límites morales de las personas, el conocimiento de la lengua. No podíamos desarrollarlo en la época contemporánea, se hubiera convertido en un CSI lingüístico. Tampoco irnos demasiado atrás en el tiempo sin volcar nuestras ideas actuales sobre un personaje femenino.
¿Has tenido que sacrificar mucho por escribir con otra autora?
Rosa: Hay de todo, a veces renuncias, a veces ganas, a veces entre las dos encontramos algo mejor.
¿Por qué crees que están de moda las novelas policíacas escritas por mujeres?
Rosa: No sé si es así o más bien que se está equilibrando la situación como en otros países. No creo que las mujeres se vuelquen más en los personajes porque también hay hombres que lo hacen. Hay escritoras crueles como el que más y también hombres muy cursis.
Domingo: Yo tampoco creo que haya una relación género-talento. En esta novela no hay sexo, como en las mías. Pero sí creo que cuando lo hay, las mujeres se acercan a él con una mirada más creíble, los hombres o hacen porno o caen en lo cursi.
¿Vais a repetir?
Rosa: Sí, pero después de una pausa. Al principio pensábamos en un solo libro pero hemos visto que hay más cosas que contar sobre los personajes y la época. Queremos presentar a Ana más adelante, un poco más hecha.
¿Crees que el libro se hubiera publicado con la censura de Franco?
Rosa: No, hay cosas que se ven en la novela que en esa época no se podían contar.
¿Se va a publicar en Alemania?
Rosa: Sí, ya tiene editorial, saldrá a finales de año.
¿Crees que este tema va a tener interés en Alemania?
Rosa: Sí, por la época, el público lee por curiosidad, por conocer otras épocas y circunstancias y creo que esta época interesará en Alemania.
A Domingo: ¿Vas a dejar de hacernos sufrir?
Domingo: Sí, y yo también voy a dejar de sufrir. Los escritores pasamos de estar recluidos como ermitaños a mostrarnos en público como exhibicionistas en la etapa de promoción. He hecho tantos planes, he incumplido todos y me da tanta vergüenza por mí mismo, por la editorial, incluso por mis hijos y mi familia. La novela está casi terminada.
¿Qué te ha proporcionado más satisfacción como escritora, dejando a un lado la experiencia y la técnica de escribir a cuatro manos, las novelas de Cornelia o esta?
Rosa: He disfrutado mucho, me gusta escribir, no sufro. Me gusta levantarme por las mañanas temprano y ponerme a escribir, si no puedo hacerlo me siento mal. No me gusta tanto planificar, a veces cuando estoy en esa fase se me va la mano y ya empiezo a escribir, a contar. Con cada novela soy más adicta a la escritura y espero escribir cada vez mejor, aunque a veces tenga que tirar el trabajo completo de una semana.
Otra versión en la Revista Tarántula